José Natanson defiende que el idealismo puro no es una buena guía para la estrategia diplomática, y que lo recomendable para una inserción inteligente en el mundo es combinar valores e intereses. “No puedo decir si el Gobierno argentino maneja bien estos juegos y planos, pero veo que lo intenta. No hay contradicción entre condenar la invasión rusa y querer ingresar al grupo de las economías BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) porque son instancias diferentes”, opina el politólogo y ensayista en una conversación telefónica. Natanson asegura que la guerra representa una oportunidad para el país, aunque hoy todo sea incertidumbre. “Rusia puede desangrarse o lanzar un manotazo de ahogado”, refiere.
Un francotirador ucraniano mató a “El Verdugo”, uno los mercenarios más sanguinarios de RusiaEl director de la edición Cono Sur de Le Monde Diplomatique y autor de numerosas obras de análisis político volverá a esta ciudad invitado por la Escuela de Gobierno del Poder Ejecutivo provincial. “¿Cómo la guerra de Ucrania cambia al mundo y a la Argentina? Impactos políticos y económicos” se denomina la charla que Natanson ofrecerá mañana a partir de las 18 en el Hotel Garden Plaza (Laprida 35). El expositor invitado anticipa que vale la pena prestar atención al desenvolvimiento de la conflagración promovida por el presidente ruso Vladimir Putin, puesto que esta supone un macroacontecimiento con repercusiones planetarias.
IBM cierra sus operaciones en Rusia y comenzó a despedir a sus empleados- ¿Cuál es el enfoque correcto para esta guerra?
- Si uno mira la guerra en Ucrania como un conflicto bélico pareciera que se trata de algo que se desarrolla en Europa del Este: una invasión por parte de un país euroasiático a otro país europeo. Esa es una mirada corta. Hay otra mirada larga o más amplia que ve en esta guerra un macroacontecimiento, un hecho social total, como dice (Ignacio) Ramonet. O sea, algo que incide en todos los rincones del planeta como lo hicieron pocas cosas en la historia: en los tiempos contemporáneos, la caída del Muro de Berlín; los atentados del 11 de Septiembre de 2001; la crisis de 2008 y, por supuesto, la Segunda Guerra Mundial. Se trata de hechos con repercusiones globales, aún cuando en algunos lugares lleguen con retardo. Pero ya estamos viendo los efectos de la guerra en Ucrania en el aumento de los precios de los alimentos y de la energía. Después podemos analizar si eso conviene o no a los intereses nacionales, y cómo impacta en ello. Yo advierto la consolidación de un mundo occidental básicamente integrado por Europa y Estados Unidos más sus aliados estratégicos, como Australia y Nueva Zelanda: estos países se encaminan a formar un bloque más compacto y cerrado sobre sí mismo. Por otro lado aparece un mundo no occidental que, si bien no conforma un eje claro como el euroatlántico, se va acomodando como tal.
Biden recibe a sus vecinos con la presión de limitar a Rusia y China- ¿Y la Argentina dónde está? Sólo si se toma desde febrero hasta el presente hemos visto giros y contragiros pendulares que dificultan las conclusiones.
- La Argentina, al igual que muchos otros países de la región y de otras zonas del mundo, tiene la oportunidad de construir agendas paralelas complementarias. El país puede construir una agenda con el mundo occidental, por ejemplo, en materia de cooperación, seguridad, narcotráfico y lavado de dinero, o de mejora de las organizaciones hemisféricas como la Organización de los Estados Americanos (OEA), que es un desastre: dejó de cumplir un rol y se ha convertido en una herramienta de presión de Estados Unidos sobre América Latina. La Argentina quizá pueda, al mismo tiempo, desarrollar una agenda de inversiones y comercio con el mundo llamado no occidental, con Asia en general; con India y con África. No me gusta tanto la idea de péndulo como la de las agendas paralelas.
Rusia bombardea Kyiv y Ucrania dice que contraatacó- Pero una cosa es lo que la Argentina puede querer, esa especie de derecho a un mundo multipolar, y otra es lo que puede hacer. Pareciera que es difícil quedarse afuera del enfrentamiento…
- Si la Argentina sintoniza con Brasil, y logra más fuerza de negociación y de presión, puede trabajar estas dos agendas porque China no te pide que vos adscribas al sistema maoísta, al socialismo de Estado o al capitalismo con características chinas para financiar un puente, un puerto o una central nuclear. Y Estados Unidos no te está pidiendo que votes todo lo que ellos quieren en las Naciones Unidas para ayudarte con el Fondo Monetario. De hecho, la Argentina vota diferente en numerosos aspectos, entonces, hay que manejarse con astucia y con inteligencia, y, sobre todo, tener muy claro qué es lo que uno quiere. O sea, qué es lo que la Argentina quiere de China, de Europa, de los Estados Unidos y de la región. Yo creo que no estamos en la Guerra Fría donde, si un país no estaba dentro de un bloque, pertenecía al otro: no había más opciones ni “no lugares geopolíticos”. Es cierto que existía el movimiento de los no alineados, pero era folclórico: un intento más que una realidad porque, si te desalineabas mucho, Estados Unidos te hacía un golpe de Estado como se lo hizo a (Salvador) Allende (en Chile).
- ¿Cómo lee la decisión de Joe Biden de excluir a Venezuela, Nicaragua y Cuba de la Cumbre de las Américas?
- Se lee como una expresión más del pragmatismo de Estados Unidos. Por un lado excluye a gobiernos que considera de origen no democrático y, al mismo tiempo por el otro, desarrolla con esos países una agenda económica porque necesita el petróleo venezolano, o porque cree que ha llegado el momento de abrir la válvula de la inmigración o el turismo con Cuba. Esto es lo que hace siempre Estados Unidos: habla de salvaguardar los derechos humanos y, por el otro lado, su aliado principal en Medio Oriente es Arabia Saudita, una monarquía absoluta. Pero yo le doy una relativa importancia a la Cumbre de las Américas porque, a esta altura, ¿qué se decide ahí? El G-7, el G-20, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y diría que hasta la OEA tienen capacidad de decidir e incidir. Eso no pasa con la Cumbre: yo la veo como algo muy folclórico, con una productividad muy limitada.
- ¿En qué medida la salida de la escena de la alemana Ángela Merkel y del estadounidense Donald Trump incidió en la invasión rusa que lanzó Putin?
- Sí, hay un vínculo, sobre todo en el caso de Merkel. La invasión a Ucrania no es algo que haya sido decidido un mes antes: todos sabemos que es una hipótesis que se venía discutiendo en el poder ruso del cual, por otra parte, llega información muy fragmentaria y sesgada. A la hora de apretar el botón puede haber influido que no estuviera Merkel del otro lado. Y seguro que Putin también esperó, por ejemplo, a que se realizaran los Juegos Olímpicos de Invierno y a su reunión con Xi Jinping. Esto no quiere decir que Merkel tenía capacidad para parar la guerra.
- ¿Cómo cree que termina la incursión de Putin en Ucrania?
- Me da la impresión de que Putin no está encontrando una forma políticamente sostenible de salir de ahí. No puede darse vuelta y decir a la sociedad: “nos fue mal, retrocedemos”. Sucede que está en juego su supervivencia en el Kremlin. Me da la impresión de que Occidente no le está ofreciendo a Putin una salida como la que él necesita, básicamente porque Estados Unidos tiene la hipótesis de que conviene esperar a que Rusia se desangre. Entonces, claro, puede desangrarse, o, también, lanzar un manotazo de ahogado por vía de una escalada militar o por un ataque nuclear táctico en algún lado. Nadie sabe cómo acaba esto: todavía pueden pasar muchas cosas.